El chotis es, sin duda, uno de los símbolos más reconocibles del Madrid castizo. Cada año, durante las Fiestas de San Isidro, la ciudad se transforma en un escenario vivo donde el compás pausado y alegre del chotis resuena entre los adoquines. Aunque hoy lo asociamos de manera inseparable con la capital española, lo cierto es que este baile tiene un origen muy distinto: nació en Centroeuropa y fue adoptado, adaptado y abrazado con entusiasmo por los madrileños.
El término “chotis” deriva del alemán Schottisch, que significa “escocés”. Su nombre puede llevar a confusión, pues aunque se cree que algunas de sus figuras tienen inspiración en danzas escocesas, el chotis tal y como lo conocemos floreció en Viena y Berlín a mediados del siglo XIX. En aquella época, Europa vivía una auténtica fiebre por las danzas de pareja cerrada, como el vals y la polca, y el Schottisch encajaba perfectamente en esa moda.
El chotis llegó a España hacia 1850 y se bailó por primera vez en la corte madrileña durante un sarao en el Palacio Real, bajo el reinado de Isabel II. En sus primeras apariciones, se consideraba un baile elegante y refinado, reservado a los salones aristocráticos.
Sin embargo, el destino del chotis cambió rápidamente. Como ha sucedido tantas veces en la historia cultural, lo que empezó en las élites descendió a las calles. El pueblo madrileño se apropió de esta danza y la transformó para adaptarla a su idiosincrasia. El ritmo se hizo más pausado, el acompañamiento musical más sencillo —el organillo sustituyó a las grandes orquestas—, y el estilo se volvió más relajado, permitiendo que se convirtiera en la danza popular por excelencia.
El chotis se caracteriza por la sencillez de su ejecución: la pareja se coloca frente a frente, y mientras la mujer gira alrededor del hombre, él permanece casi inmóvil, pivotando sobre un mismo punto. Este movimiento ha dado pie a uno de los refranes más conocidos del baile: “El chotis lo baila bien quien sabe dar una vuelta sin moverse del sitio”.
El chotis, pese a ser un baile sencillo, encierra un profundo significado cultural. Es símbolo de identidad, de resistencia y de alegría popular. Aunque las modas musicales han cambiado mucho desde el siglo XIX, el chotis sigue siendo un baile vivo. Cada mayo, las plazas y parques de Madrid se llenan de parejas que, al son del organillo, reviven una tradición que une a generaciones.
Además, se han realizado múltiples esfuerzos para mantener el chotis presente durante el resto del año, con festivales de danza, clases abiertas y actuaciones que lo revalorizan como patrimonio cultural intangible de la ciudad.
El Organillo: Aunque no es exclusivo del chotis, el organillo está estrechamente vinculado a este baile. Introducido en Madrid en la segunda mitad del siglo XIX, se convirtió en la banda sonora indispensable de verbenas y fiestas populares.
Influencia Internacional: A pesar de ser tan madrileño, el chotis sigue formando parte de un repertorio internacional de bailes folclóricos que comparten similitudes rítmicas y estructurales.
Cine y Literatura: El chotis ha dejado huella en la cultura popular, apareciendo en películas, zarzuelas y novelas que retratan la vida madrileña de antaño.
El chotis es más que un simple baile: es un testimonio de cómo las culturas se entrelazan y se reinventan. Lo que empezó como un elegante baile vienés encontró su verdadera esencia en las calles de Madrid, convirtiéndose en un emblema castizo que, a día de hoy, sigue haciendo girar corazones y parejas al ritmo pausado de la tradición.
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